Jueves, Noviembre 21, 2024
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I.- FUNDACIÓN Y ORÍGENES

El momento y la responsabilidad de la instalación de una comunidad de Clarisas en Guadalajara han sido tratados por varios autores, estableciéndose dos teorías dispares. La primera sitúa los hechos en tiempos del reinando de Fernando III y bajo la tutela de su madre la reina Doña Berenguela hacia 1222; tal y como lo afirman los cronistas del siglo XVII [1] y otros autores modernos que en algún momento pudieron consultar la antigua documentación del archivo conventual. [2] Mientras que la segunda, retrasa los hechos a unos años más tarde, durante el reinado de Alfonso X, y bajo el patrocinio de la infanta doña Berenguela, quizás entre 1274 y 1284. [3]

 

El Rey de Castilla acudió numerosas veces a la villa de Guadalajara. Esta fué durante toda la edad media una población de realengo, no reconociendo otro señorío que el del Rey de Castilla.

Lo cierto es que la escasa documentación conservada por las Clarisas en su convento de Canals para esos años fundacionales se limita a una reducida, pero esclarecedora, nómina integrada: primero, por un privilegio rodado de Alfonso X, fechado en 1256, en el que se reconoce la fundación del convento por la reina Doña Berenguela; y, segundo, por la confirmación del rey Sancho IV de la cesión de la heredad de Banalaque, datada en Almazán el 13 de mayo de 1288. [4]

 

Privilegio rodado de Sancho IV por el que confirma a los habitantes de Guadalajara todos los que tenían otorgados los Reyes anteriores. Burgos, 8 de abril de 1285 (Archivo Histórico Municipal de Guadalajara)

Según los cronistas del siglo XVII ese primer convento, llamado en algún antiguo privilegio de San Salvador, [5] se ubicaba extramuros de la ciudad en un palacio de la reina Doña Berenguela, sito frente a las parroquias de Santa María y San Miguel, en  “…las casas que hoy posee don Josep Urtado de Valmaseda, regidor de esta ciudad, en sus maderas viejas se han hallado las armas reales de Castilla…”. [6]

El traslado a su emplazamiento definitivo se produjo a finales del siglo XIII, según voluntad de Sancho IV [7] y aprovechando unas casas que la realeza castellana poseía en la judería de la colación de San Andrés.[8] Detrás de esta empresa estaban la infanta Isabel, primogénita del rey Bravo y María de Molina, y sobre todo Doña María Fernández Coronel, aya de la reina e infanta. La culminación de este proceso se produjo el 3 de julio de 1312, momento en que Papa Clemente V concede a la comunidad la aprobación pontificia. [9]

 

Situación de las parroquias y colaciones de Guadalajara con el convento de Santa Clara

Para este segundo momento de las Clarisas de Guadalajara la serie documental es mayor. Por un lado, podemos citar las escrituras de compra y cesión de casas en la judería de San Andrés para la formación de un amplio recinto conventual que se conservan en la Sección de Clero del Archivo Histórico Nacional: [10] comenzando por la venta de unas casas que fueron de Diego Pérez, por Pero López, a Mayor González y Beatriz González, dueñas en la orden de Santa Clara en “…Guadalajara diecisiete días de jullio, era de mill trescientos dos años…” –año 1264–, seguidas de las de Samuel Cambí y su esposa Jamila a “…quince días del mes de abril de la era de mill e tresçientos e veinte e ocho años…” –año 1290– [11]. Y, por otro, los conservados en Canals: las confirmaciones hechas por Alfonso XI en 1325 y en 1328 de los privilegios concedidos para la libertad del pasto de los ganados del convento por su padre, Fernando IV, en 1309 y 1308 respectivamente. [12]  

 

Azotea del Convento Real de Santa Clara

Será la iglesia de este segundo proyecto –convertida en parroquia de Santiago Apóstol– el objeto de nuestra atención, una vez que el resto de las edificaciones fueran demolidas en 1912; momento en que todas las dependencias monacales fueran adquiridas por el Conde de Romanones por la módica cantidad de 60.000 pesetas. [13]

 

II.- TRAMA ARQUITECTÓNICA DEL COMPLEJO MONACAL

Una vez desaparecido el Real Convento de Santa Clara, su interpretación sólo es posible  gracias a los datos gráficos y descriptivos ofrecidos por DIGES ANTÓN; así, a la vista del plano incluso en su Resumen histórico…[14] el complejo conventual se estructuraba dentro de un perímetro de planta pentagonal acotado por las actuales calles Teniente Figueroa –Santa Clara–, Teniente Gonzalo Herranz –Travesía de Santa Clara–, Ingeniero Mariño –Carretera de Madrid a Francia–, Francisco Cuesta –Hurones– y Miguel Fluiters –Mayor Baja–. En su interior, a nuestro entender, se podían distinguir tres unidades constructivas organizadas en torno a la línea de fachada que ofrecía a la antigua calle de Santa Clara y a un amplio espacio abierto, a modo de huerta, en los frentes de Ingeniero Mariño y Francisco Cuesta.

 

La primera de esas unidades estaba formada por la iglesia y sus edificaciones afines: coro y claustro menor; su estructura muraria presentaba un ordenamiento ortogonal con crujías paralelas a la fachada principal y muros de cerramiento perpendiculares. La segunda lo estaba por el claustro mayor, celdas, refectorio y cocinas; aquí, por el contrario, la planta del patio se presentaba como un cuadrado irregular ligeramente rotado sobre esa línea exterior, apareciendo como elementos dominantes dos grandes pabellones unidos en ángulo superior a los 90º y que, respectivamente, estaban alineados con las fachadas de las calles Mayor Baja y Hurones. La tercera agrupaba las dependencias auxiliares –almacenes, leñera, habitaciones del capellán – y portería, en esta unidad la distribución era subsidiaria de la ordenación del claustro mayor; aunque en el ángulo de intersección de la Travesía con la Carretera a Francia se alzaba un muro maestro sin conexión con ninguno de los ordenamientos definidos en la primera y segunda unidad.

 

Puerta del Convento Real de Santa Clara de Guadalajara

DIGES ANTÓN en la descripción formal que hace del templo se detiene puntualmente en señalar los materiales constructivos, advirtiendo del predominio del tapial en las fábricas de los muros de carga [15] y de la restricción del ladrillo a la composición de los claustros, donde existían arcos de ese material sobre columnas y capiteles de piedra. [16]
 
No obstante, por las fotografías antiguas reproducidas por don Juan DIGES, sabemos que el ladrillo fue el único material utilizado durante las reformas del siglo XVII; momento en que, además de construirse un nuevo coro a los pies de la iglesia conventual y reconstruirse toda la fachada de la calle de Santa Clara, se desarrolló un programa de renovación que se prolongó durante los años centrales de la centuria. [17]
 
Por ejemplo, sabemos que en 1656 Juan de la Peña, maestro de obras, se encargó de modernizar los dormitorios, abriendo ventanas, colocando rejas y colgando nuevas puertas por un importe total de 41.205 reales.
 
En consecuencia, el conjunto de construcciones demolido en 1912 fue el resultado de un dilatado proceso en el que, durante siglos, se alternaron proyectos constructivos de nueva planta con otros de asimilación de edificaciones preexistentes que, sin duda, ofrecían un rico panorama edificatorio. No obstante, esa adición de estilos y técnicas fue pretexto para que, en muchas ocasiones, algunos justificaran purgas parciales o demoliciones totales:
Los que a comienzo de este siglo éramos chicos, recordamos hoy que ya vamos para viejos un amazacotado inmueble de ladrillo, grande y feo, que ocupaba en Guadalajara toda una manzana…/… era un caserón vetusto y destartalado compuesto de otros varios de distinta altura y mal disimulados por la fachada homogénea construida hace tres centurias, con escasas y desiguales ventanas (algunas más bien troneras), sin que bastaran a animar el feo conjunto la pétrea portada clasicista de la iglesia ni otra coetánea abierta casi al final del muro para ingresar al cenobio…/… Ese viejo caserón cuya sencilla arquitectura denotaba el paso de los siglos sin haber dejado casi ninguno apreciables huellas del Arte…[18]

 

III.- TRAZA Y REFOMAS DE LA IGLESIA CONVENTUAL

 

Fachada de la Iglesia de Santiago Apóstol de Guadalajara

La iglesia conventual de Santa Clara la Real se erigió probablemente entre 1305 y 1309; presenta tres naves, siendo la central de mayor anchura y con remate en ábside poligonal de seis lados. La división entre naves se realiza con cuatro pilares de piedra y planta octogonal que sostienen seis arcos apuntados de doble rosca enmarcados en alfiz. La techumbre es de estructura de madera: de colgadizo en las laterales y de par y nudillo en la central, arriostrada por siete pares de tirantes apoyados en canecillos de perfil lobulado, análogos a los del oculto artesonado de la parroquial de Santa María de Guadalajara. [19]

 

Puerta de la Iglesia s. XVII

 

Detalle de la hornacina de la Puerta donde se aprecia una representación de la Santa fundadora de la Orden de las Clarisas

Bajo este armazón, en el lado del Evangelio y rota por los huecos de las ventanas –cinco en total, una sobre el eje de cada pilar y otra sobre la clave de cada arco–, aún se conserva parte de su decoración en yeso. Este recurso, excepcional en un templo cristiano según Basilio PAVÓN, [20] se presenta como un friso de medallones polilobulados anudados con círculos entre cenefas que el autor citado relacionó con las yeserías de la sinagoga de El Tránsito. [21] Como motivo ornamental se repiten las citas heráldicas: castillos y leones en el interior de los medallones –aludiendo al carácter real de la fundación– y, al exterior y menor escala, castillos y águilas explayadas –en referencia a los Fernández Coronel– en compañía de la palabra “baraka” en caracteres cúficos. Ese mismo investigador recaló en los paralelismos existentes entre esta decoración y las de las yeserías del palacio mudéjar del monasterio de Tordesillas y las del Salón de Embajadores del Alcázar de Sevilla, y nosotros con las aparecidas en las excavaciones del Alcázar Real de Guadalajara. [22]
 
La presencia de esos frisos sugiere, tal y como apuntó Basilio PAVÓN, [23] el enlucido de las naves con yeso blanco. Aunque en la actualidad los muros se presentan sin ningún tipo de revoco, dejando al descubierto el ladrillo que conforman sus arcos y fábricas, bien en hiladas horizontales, bien en aparejo toledano con cajas de mampuestos calizos.
 
Además de las ventanas existentes en la nave central, la iluminación se completa: en el hastial, con un ojo de buey flanqueado por dos ventanas; en los muros exteriores de las naves laterales, con otros huecos alargados de similar disposición abiertos en el siglo XX; y en el presbiterio, con seis ventanas ojivales.

 

Iglesia de Santiago Apóstol en la actualidad

Varios son los elementos que destacan en su cabecera. En primer lugar la disposición irregular que presenta la capilla mayor con respecto al eje de la nave central, rotándose el del presbiterio hacia el interior del recinto conventual. Esta composición asimétrica sirvió para que PAVÓN MALDONADO relacionara el templo de Guadalajara con la iglesia de San Andrés de Toledo, sugiriéndole la posibilidad de la existencia de dos fases constructivas. [24] Sin embargo, TORRES BALBÁS, al tratar de este espacio, plantea la posibilidad de otras dos etapas diferentes, advirtiendo la diferencia formal existente entre el tramo bajo del ábside –de trazado semicircular peraltado– y el superior –poligonal de seis lados–. [25]
 
Nosotros, sin menoscabar las anotaciones de esos autores, debemos avanzar en su interpretación, justificando esa anormalidad en las limitaciones espaciales con que se encontró el maestro de obras para afrontar la construcción de la cabecera, y que no eran otras que el reducido espacio disponible entre las naves de la iglesia y las fábricas preexistentes; principalmente, las correspondientes a la crujía occidental del claustro mayor: un grueso muro de tapial que sirvió de apoyo al ábside y en el que se tuvieron que hacer grandes rozas para poder levantar los contrafuertes exteriores. Esta restricción espacial –y visual– también justifica la ausencia de la típica decoración de arcos ciegos en el flanco exterior de los cuerpos inferiores del ábside, mientras que el tramo superior –el que se izaría sobre el volumen del claustro mayor– se practicaron huecos de ventanas con arcos de ladrillo de triple rosca
 
Es evidente que esta teoría sólo es válida si aceptamos la materialización del proyecto en dos fases, una primera para la construcción del cuerpo de la iglesia –quizás entre 1305 y 1309– y una segunda para la cabecera; tal vez en 1339 cuando Alonso Fernández Coronel, señor de Aguilar y nieto de la fundadora, adquiriera el patronato de este espacio para establecer allí su capilla funeraria. Otro argumento para reforzar este planteamiento sería la diferencia que existía entre la composición de las fábricas de la cabecera y las naves; la primera ejecutada en hiladas de ladrillo o en aparejo toledano, y las segundas con machones del mismo material encintando grandes cajas de tapial calicastrado, tal y como se aprecia en las fotografías realizadas durante la restauración de 1968-74.

 

Detalle del muro durante la restauración

En segundo lugar, la planta de esa cabecera: testero recto para las naves laterales y el mencionado ábside poligonal para la mayor. Esta disposición, según los autores citados, fue alterada en los siglos XV y XVI cuando se batieron sus muros de cerramiento para abrir las capillas funerarias de Diego García y Juan de Zúñiga. [26] Pero después de la restauración finalizada en 1974, en la capilla de la Epístola es apreciable un arco apuntado que se alza por encima de las bóvedas de la capilla de Diego García –dejando el hueco entrever otra bóveda nervada– hasta alcanzar la línea de imposta del arco toral de la nave central y que se sustenta sobre unas ménsulas de caliza idénticas a las que sirven de apoyo a los nervios de la bóveda del presbiterio. Además, hemos de tener en cuenta que el arco plateresco que abre la capilla de los Zúñiga mantiene estas mismas proporciones. En definitiva, cabría plantear que, desde un primer momento y siguiendo el modelo del primer mudéjar castellano, las capillas laterales tuvieran una proyección más allá del muro testero. Aunque en este caso, dadas las condiciones espaciales que hemos anotado, no culminarían en ábside curvo o poligonal para así poder adaptarse al espacio físico existente y prolongarse hasta topar con el citado muro del claustro mayor.

 

Detalle de la capilla de Juan de Zúñiga

 

Restauración de la capilla de Diego García

En tercer lugar, es de resaltar la cubrición de este presbiterio: una bóveda de ocho nervios resueltos con ladrillos aplantillados entre los que se voltearon plementos cóncavos en espina de pez. Uno de aquellos nervios discurre hasta el eje del arco toral de la nave, circunstancia que manifiesta aún más la rotación antes señalada. Además de los ventanales –ojivales de triple arco– abiertos en la zona abovedada, es de mención la decoración ciega que presenta su fábrica: en el cuerpo bajo, cuatro arcos escalonados de traza apuntada en los tramos laterales –dos de ellos abiertos para el tránsito de personas–, dejando el frente liso para albergar el altar; y en el superior, largos arcos de triple rosca enmarcados por las pilastras que sirven de sustento a los nervios de la bóveda.

 

Bóveda de ocho nervios del presbiterio

Don Leopoldo TORRES, en atención a las especiales características –naves laterales de testero recto, la elevación de la central por encima del presbiterio, la cubrición nervada de éste y las ventanas abiertas en la nave central–, relacionó el templo de Santa Clara con otros sevillanos del siglo XIV: San Pedro, Santa Marina y San Román; y planteó la doble incógnita sobre cuál sería el modelo de partida: la iglesia de Guadalajara o las de Sevilla, advirtiendo que monjas del primero fundaron su homónimo en Sevilla. [27] Sin embargo, además de nuestras dudas sobre la existencia de testeros planos en las laterales de Santa Clara, debemos valorar el amplio desarrollo que alcanza el tramo recto en los ábsides de las iglesias hispalenses –Omnium Sanctorum, San Andrés, o San Marcos–, [28] característica que no se podía dar en el templo de Guadalajara por las condiciones de espacio que ya hemos apuntado.
 
Quizás sería más acertado relacionar Santa Clara con la parroquial toledana de Santiago del Arrabal; pues con ella comparte, a excepción del crucero, ciertos paralelismos compositivos: el número y disposición de las ventanas de la nave principal, el número de pilares que separan a ésta de las laterales, el uso exclusivo del arco apuntado en su estructura, el tratamiento monumental de la cabecera con tres arcos triunfales para otras tanta capillas o, aquí, el empleo predominante del ladrillo para ser visto. [29]
 
Durante la última guerra civil (1936-1939) el templo del real convento de Santa Clara de Guadalajara fue convertido en almacén castrense, motivo por el que se hicieron desaparecer sus ornamentos, incluido el retablo mayor. Este acontecimiento posibilitó el descubrimiento del aparejo mudéjar que se ocultaba tras la máquina barroca y, una vez finalizado el conflicto, del hermoso artesonado de la nave principal tras los ladrillos y yesones que constituían una falsa bóveda de cañón.

 

Antiguo retablo de Santiago Apóstol

 

Retablo retirado y destruido en guerra

El entusiasmo de Francisco Layna, presidente de la Comisión de Monumentos, permitió el diseño y ejecución de un proyecto de restauración que echó por tierra la cubrición barroca y dejó al descubierto la armadura mudéjar. De hecho, ante la magnitud de lo revelado, se inició el expediente para la protección del templo, formalizándose su designación como Monumento Histórico-Artístico en 1946, año de la fundación de nuestra Cofradía.
 
Pese a que en aquellos primeros momentos el doctor Layna hubiera preferido una intervención total que recuperara la traza original de Santa Clara, no será hasta 1968 cuando se emprenderá un proyecto general de restauración. Las obras, que se dilataron hasta 1974, se encaminaron a rescatar el aspecto original del templo, haciendo desaparecer las estructuras introducidas en el siglo XVII, y a recrearlo bajo los cánones de un mudéjar idealizado, aquel que propiciaba el regular empleo del aparejo toledano en todas sus fábricas.

 

Retirada de yesos durante las obras de restauración

 

Fotografías de detalle antes y después de la restauración

 

Además en 1988, como epílogo de estos proyectos de regularización, se demolió parcialmente un muro de tapial sobre el que se apoyaban algunos estribos del ábside, sin advertir que aquél era resto de una construcción anterior a la iglesia conventual y cuya preexistencia obligó a los constructores del templo a alterar la traza de la cabecera.

  
Texto: Pedro José PRADILLO Y ESTEBAN
Historiador y Técnico de Patrimonio
del Patronato de Cultura del
Ayuntamiento de Guadalajara
 


[1] NÚÑEZ DE CASTRO, A. (1653), Historia Eclesiástica y Seglar de la Muy Noble y Muy Leal Ciudad de Guadalajara, Madrid, págs. 80-82; PECHA, fray H. (1977), Historia de Guadalajara y como la religión de sn. Jerónimo en España fue fundada, y restaurada por sus ciudadanos, Guadalajara, págs. 45-46 y 100, manuscrito fechado en 1632; TORRES, F., Historia de la Nobilísima Ciudad de Guadalaxara, manuscrito fechado en 1647, copia decimonónica conservada en Archivo Municipal, folios 126-131. Es cierto que éste último siembra algunas dudas sobre ese acontecimiento.
[2] DIGES ANTÓN, J. (1917), Resumen histórico del convento de monjas Clarisas de Guadalajara, Guadalajara; TORMO SANZ, L. (1994), “Fundación y traslado de las Clarisas de Guadalajara”, en Archivo Ibero-Americano, 213-214, págs. 439-453.
[3] LAYNA SERRANO, F. (1943), Los conventos antiguos de Guadalajara, Madrid; GARCÍA ORO, J. (1988), San Francisco de Asís en la España medieval, Santiago de Compostela; MUÑOZ FERNÁNDEZ, A. (1994), “Las clarisas en Castilla La Nueva. Apuntes para un modelo de implantación regional de las órdenes femeninas franciscanas. (1250-1600)”, en Archivo Ibero-Americano, 213-214, págs. 455-472.
[4] Documentación citada por TORMO SANZ, L. (1994), “Fundación y traslado de las clarisas de Guadalajara”, Op. Cit., págs. 452-453.
[5] Este convento, dada la fecha de su fundación –hacia 1222–, no podría llevar el nombre de la monja de Asís, dado que santa Clara no sería elevada a los altares hasta 1255, después de haber fallecido en 1253.
[6] TORRES, F., Historia de la Nobilísima Ciudad de Guadalajara, Op. Cit., pág. 125.
[7] Así lo afirma DIGES ATÓN siguiendo los datos recogidos por el clérigo Martínez Marín, párroco de Santiago, que pudo ver un privilegio original datado en Atienza el 17 de enero de 1285. DIGES ANTÓN, J. (1917), Resumen histórico…, Op. Cit., pág. 17. Ese mismo dato ha sido reiterado por otros estudiosos franciscanos, tal como lo recoge en su artículo TORMO SANZ, L. (1994), “Fundación y traslado de las Clarisas de Guadalajara”, Op. Cit., pág. 446.
[8] La asociación espacial entre casas regias y dependencias conventuales ha sido suficientemente tratada por diversos autores; aunque sigue siendo fundamental el discurso que pronunciara Fernando Chueca para su ingreso en la Real Academia de la Historia: CHUECA GOITIA, F. (1966), Casas Reales en monasterios y conventos españoles, Madrid. Y, para el caso que nos ocupa, LAVADO PARADINAS, P.J. (1996), “Palacios y conventos: arquitectura en los monasterios de Clarisas de Castilla y León”, en Actas del Congreso Internacional: Las Clarisas en España y Portugal, Salamanca.
[9] Citado por MUÑOZ FERNÁNDEZ, A. (1994), “Las Clarisas en Castilla La Nueva. Apuntes para un modelo de implantación regional de las órdenes femeninas franciscanas. (1250-1600)”, Op. Cit., pág. 458.
[10] Archivo Histórico Nacional, Clero, Carpeta 572. Parte de estos documentos aparecen citados en: VIÑUELAS FERREIRO, G. (2003), La Edad Media en Guadalajara y su provincia: Los Judíos, Guadalajara, págs. 138-142, así como otros de la Carpeta 573 y Legajos 2076 y 2092.
[11] Layna Serrano los transcribió erróneamente, transmutando nombres y fecha. Ver: LAYNA SERRANO, F. (1943), Los conventos antiguos..., Op. Cit., pág. 108.
[12] TORMO SANZ, L. (1994), “Fundación y traslado de las Clarisas de Guadalajara”, Op. Cit., págs. 452-453.
[13] Las vicisitudes de la exclaustración y demolición del Real Convento pueden seguirse con amplio detalle en: DIGES ANTÓN, J. (1917), Resumen histórico…, Op. Cit., págs. 17-19; y en TORMO SANZ, L. (1994), “Fundación y traslado de las Clarisas de Guadalajara”, Op. Cit., págs. 440-442. También de DIGES ANTÓN debemos citar el artículo “Santa Clara”, publicado en el semanario Flores y Abejas el 25 de agosto de 1912, fecha inmediata a la materialización del derribo.
[14] La misma disposición se aprecia en el Plano de Guadalajara confeccionado, hacia 1880, por Ibáñez e Ibáñez de Ibero. BALDELLOU, M.A. (1989), Tradición y cambio en la arquitectura de Guadalajara (1850-1936), Madrid, pág. 17 y 49.  
[15] En los informes de ruina confeccionados por Antonio Adeva y Mariano Medarde, arquitectos municipales, sobre el estado de conservación de los muros con fachada a la Travesía de Santa Clara se especifica que la fábrica es “mixta de machos de ladrillo y tapiales de tierra”. Documentos fechados respectivamente en 1882 (enero, 22) y 1887 (octubre, 10). Archivo Municipal de Guadalajara, nº 404556.  
[16] DIGES ANTÓN, J. (1917), Resumen histórico…, Op. Cit., págs. 35-38. Desconocemos en qué momento se levantaron las galerías del claustro mayor, compuestas por dos pisos de arcos; siendo los vanos del piso superior rebajados, de menor proporción y su número el doble que los de la galería baja. Este mismo sistema compositivo se utilizó en el desaparecido claustro del convento de La Concepción que, según Fernando MARÍAS FRANCO, fue diseñado por Alonso de Covarrubias hacia 1530. Citado por MUÑOZ JIMÉNEZ, J.M. (1987), La arquitectura del Manierismo en Guadalajara, Guadalajara, pág. 306. Quizás habría que plantearse la hipótesis de una doble intervención de Covarrubias en el diseño de estos dos conventos franciscanos de Guadalajara.  
[17] Sobre la renovación estilística y actividad artística durante este período, ver: MUÑOZ JIMÉNEZ, J.M. (1997), “Reflexiones sobre la arquitectura barroca en la provincia de Guadalajara”, en Wad-Al-Hayara, 24, págs. 255-296.
[18] LAYNA SERRANO, F. (1943), Los conventos antiguos..., Op. Cit., pág. 59. Por el contrario, Francisco de Torres, sostenía que: “La casa de las monjas es suntuosa y real y los claustros grandes, las enfermerías, dormitorios y cuartos muy bien dispuestos y grandes. El coro es de grande majestad con buena y curiosa sillería,…”, TORRES, F., Historia de la Nobilísima Ciudad de Guadalajara, Op.cit., folio 128.
[19] Sobre la disposición de la iglesia, ver: LAYNA SERRANO, F. (1941), “La iglesia trecentista de Santa Clara en Guadalajara”, en Arte Español, 1, págs. 1-7; también, del mismo: Los conventos antiguos..., Op. Cit., págs. 60-62 y 90-96; TORRES BALBÁS, L. (1944), “La iglesia mudéjar de Santa Clara en Guadalajara”, en Obra Dispersa I, Al-Andalus, Crónica de la España Musulmana, 2, volumen IX, págs. 332-338; PAVÓN MALDONADO, B. (1984), Guadalajara Medieval. Arte y Arqueología. Árabe y Mudéjar, Madrid, págs. 43-47.
[20] PAVÓN MALDONADO, B. (1984), Guadalajara Medieval. Op. Cit., pág. 45 y 47.
[21] En la actualidad, y a diferencia con lo que se observa en las fotografías antiguas, este recurso se concibe como una sucesión de medallones aislados y no como un friso unitario.
[22] PRADILLO Y ESTEBAN, P.J. (2000), “Yeserías mudéjares en el Alcázar Real de Guadalajara”, en Goya, 276, págs. 131-139.
[23] PAVÓN MALDONADO, B. (1984), Guadalajara Medieval. Op. Cit., pág. 47.
[24] Ibídem, pág. 45.
[25] TORRES BALBÁS, L. (1944), “La iglesia mudéjar de Santa Clara en Guadalajara”, Op. Cit., pág. 336.
[26] También en esa misma opinión: LAYNA SERRANO, F. (1941), “La iglesia trecentista de Santa Clara en Guadalajara”, Op. Cit., pág. 4.
[27] TORRES BALBÁS, L. (1944), “La iglesia mudéjar de Santa Clara en Guadalajara”, Op. Cit., pág. 338.
[28] Sobre los templos hispalenses ver: ANGULO ÍÑIGUEZ, D. (1983-2ª), Arquitectura mudéjar sevillana de los siglos XIII, XIV y XV, Sevilla; COVELO LÓPEZ, J.M. (2002), “El mudejarismo arquitectónico hispalense: El grupo de 1356”, en Actas del VIII Simposio Internacional de Mudejarismo, Teruel, págs. 985-990; MORALES MARTÍNEZ, A.J. (1999), “Los inicios de la arquitectura mudéjar en Sevilla”, en Metrópolis Totius Hispaniae. 750 aniversario de la incorporación de Sevilla la Corona de Castilla, Sevilla, págs. 91-106.
[29] Tampoco podemos desdeñar la influencia de ese modelo en otras iglesias de la comarca, como Santa María de Guadalajara y San Miguel de Brihuega; ni su difusión, vía mecenazgo de los Mendoza, en Tierra de Campos. Allí se adivinan las trazas arquitectónicas señaladas y se repiten las originales puertas de arco de herradura apuntado típicas del mudéjar alcarreño. Sobre aquellas, ver: DUQUE HERRERO, C. y PÉREZ DE CASTRO, R. (2004), “Génesis e influencia de dos templos mudéjares nobiliarios en el entorno terracampino: San Andrés de Aguilar de Campos y San Miguel de Villalón”, en Actas del IX Simposio Internacional de Mudejarismo, Teruel, págs. 323-360; interesante artículo que, por otra parte, ningunea a las iglesias de Guadalajara.